«SI LE VENT TOMBE»: EL VIAJE A NINGUNA PARTE
Existen algunas películas en las que solo es posible involucrarse si se deja atrás aquello en lo que creemos firmemente y que conforma nuestra herencia cultural. En «Si le vent tombe», el público, de la mano del protagonista principal del film, recibe una invitación para conocer un diminuto aeropuerto en el que nunca aterriza ni despega ningún avión. Está en Nagorno Karabaj, una conflictiva región de la Transcaucasia, perteneciente a Azerbaiyán a nivel jurídico, pero controlada de facto y en su mayor parte por el gobierno de la República de Artsaj. O lo que es lo mismo, un lugar en medio de ninguna parte. Y, también, el destino de Alain, un auditor internacional francés, que ha sido enviado allí con la misión de evaluar si las infraestructuras reúnen las condiciones requeridas para su reapertura.
En su deambular por la zona deberá sortear las presiones de las autoridades, que intentarán obtener un informe favorable, pero también se irá sumergiendo en la peculiar atmósfera del lugar, donde se encuentra a menudo con un chico que tiene un extraño negocio relacionado con el agua.
El debut de Nora Martirosyan, seleccionado en la sección Acid Cannes y premiado en Tallin y Ginebra, demuestra que un territorio solo existe si decidimos creer en su existencia. Su preciso estilo visual transforma el paisaje en un protagonista más, y la película en un estado de ánimo. En el mundo creado por la directora, las emociones de los personajes son el principal motivo que forja sus lazos de amistad. Desde el periodista hasta el ex soldado y desde el director del aeropuerto hasta el chófer, todos comparten un aura de misterio casi surrealista. De modo similar, la guerra, las armas y el fuego, siempre parecen estar muy cerca, pero se trata de una guerra que no tiene nombre, ni rostro, ni temporalidad. Parece ser solo una parte más del escenario y diluirse en un contexto que bien se podría calificar de “realismo mágico”, si el término no estuviera ya tan manido.
Alain debe realizar un trabajo muy concreto, pero en realidad su objetivo final es probar la existencia real del minúsculo país caucásico donde se encuentra el aeropuerto, dejar constancia de que no se trata de un espejismo, una ilusión colectiva, un lugar en otra dimensión.
De manera muy sutil, cada elemento de la película encuentra su sitio en una historia que funciona como una red en la que todo está conectado. Las imágenes invitan a seguir las idas y venidas de un joven portador de agua que tiene la capacidad de sanar milagrosamente a quien la bebe. Una alegoría de la esperanza que, en realidad, es una demostración del poder de la imaginación.
Como apuntó Fabien Lemercier en su crítica para Cineuropa, «la película construye un microcosmos que le sirve para reflexionar sobre cuestiones como la geopolítica internacional, la identidad y las fronteras nacionales, y mantiene siempre un equilibrio perfecto entre la mirada de inspiración documental y la narración dramática, creando una tensión que relaciona el film con su presente histórico».
«Si le vent tombe» tendrá su estreno en España en el marco de la Mostra de València-Cinema del Mediterrani y, como todos los títulos que integran la Sección Informativa, opta al Premio del Público, promovido por À Punt Mèdia y consistente en la adquisición de los derechos de la película para su emisión en la plataforma autonómica.