© Michael Watier-SipaUSA
L a obra del director franco-tunecino Abdellatif Kechiche (Túnez, 1960) es corta en cifra de largometrajes, pero larga en reconocimientos internacionales. Con La faute à Voltaire (2000), su ópera prima, ya obtuvo dos premios en Venecia, y desde entonces no ha rodado una película que no haya participado en los festivales más prestigiosos del mundo. Con L’Esquive (2004) ganó el César a mejor director y película, Cuscús (La graine et le mulet, 2007) fue galardonada con el Gran Premio Especial del Jurado en Venecia, y la consagración definitiva le llegó gracias a La vida de Adèle (2013), merecedora de la Palma de Oro en Cannes. El de Kechiche es un cine caracterizado por el predominio de lo sensorial, único en su habilidad para capturar las emociones de los personajes, con un enfoque muy particular de la adolescencia, el deseo sexual o sus raíces africanas. Su última película, Mektoub, My Love: Canto Uno (2017), fue presentada en Venecia y propone una mirada nostálgica sobre la inocencia de la juventud. En la actualidad se encuentra trabajando en Mektoub, My Love: Canto Dos.