“STREAMS”: DESCENSO A LOS INFIERNOS DEL LUMPEN TUNECINO
Amel (Afef Ben Mahmoud) es una mujer que trabaja en un pequeño taller en Túnez, y cuyo sueldo apenas cubre las necesidades familiares. Buena parte de esas estrecheces se deben a que su marido se pasa el día en el bar, malgastando el poco dinero que tienen en alcohol y en apuestas que siempre resultan ser ruinosas. Pero Amel no está dispuesta a rendirse, sobre todo porque cree firmemente que Mamoun (Iheb Bouyahia), su único hijo, tiene un brillante futuro por delante como portero de fútbol. El chaval es bueno y solo necesita una oportunidad, así que su madre no dudará en reunirse con un empresario que le garantiza esa prueba que llevará a su retoño al estrellato. Solo es una cena, parece decirse ella para disipar sus reticencias. Pero la cena termina con una acusación de indecencia pública y con Amel en la cárcel.
A su salida, esta madre coraje que ha perdido de un plumazo todo cuanto tenía, tendrá que batallar no solo para rehacer su vida en el seno de una sociedad que la repudia, sino para recuperar a un hijo que, destrozado por el escándalo, ha sido devorado por el lumpen de una ciudad violenta e implacable. Tal y como afirma su director, Mehdi Hmili, “Streams” entrelaza “tres temas que siempre me han perseguido: la familia, la violencia y el amor. A través de ellos trato de describir y traducir la compleja existencia de una madre y su hijo”. El retrato de esa relación rota por el infortunio se mueve entre el melodrama de su arranque y el thriller urbano que se despliega tras el cierre del primer acto, dos modelos genéricos que, en palabras de Davide Abbatescianni, crítico de The New Arab, cristalizan en “un viaje frenético y lleno de acción, en el que Hmili logra construir una narrativa atractiva y crear un fuerte vínculo empático con los espectadores”.
Tras su ópera prima, “Thala My Love” (2016), este joven realizador tunecino formado en París se aleja de determinados tropos formales propios del cine de su país para entregar un filme descarnado en el que aparecen conductas rara vez mostradas por las producciones surgidas en aquella cinematografía -prostitución, drogadicción, relaciones homosexuales, alcoholismo- junto a una áspera descripción de ambientes que mira de frente a una ciudad al borde del desmoronamiento.
El segundo largometraje de Hmili llega a la Mostra de València-Cinema del Mediterrani tras tener su estreno mundial en la última edición del festival de Locarno, dentro de la sección Cineastas del Presente, en la que compiten primeras y segundas películas “dirigidas por talentos globales emergentes”, advertencia suficiente como para prestar atención a un director que rompe un buen puñado de clichés para firmar, en palabras del citado Davide Abbatescianni, «el colapso de una familia de clase trabajadora y denunciar las contradicciones sociales de la Túnez posterior a Ben Ali, un país que deja a la gente sola frente a unos problemas insuperables”.