“LE MONDE APRÈS NOUS”: AGUDO RETRATO GENERACIONAL
En una entrevista concedida a la web especializada Cineuropa, Louda Ben Salah-Cazanas confesaba que, casi al mismo tiempo que recibía la noticia de que su ópera primera, «Le monde après nous», había sido seleccionada por el Festival de Berlín para participar dentro de la sección Panorama, conseguía un trabajo en el departamento de logística de Leroy Merlin: “Mis padres se alegraron más por el trabajo”. Esa anécdota personal sirve para explicar los dilemas a los que se enfrenta Labidi (Aurélien Gabrielli), aspirante a escritor que vive en un piso diminuto junto con su compañero Alekseï (León Cunha Da Costa) y que trabaja como repartidor para poder hacer frente a sus gastos. Cuando inicia una relación con Élise (Louise Chevillotte), una joven estudiante de teatro, sus expectativas vitales empezarán a cambiar y las exigencias económicas que él mismo se impone chocarán con una realidad marcada por la precariedad y la inestabilidad. Nada que Ben Salah-Cazanas no conozca de primera mano: “el punto de partida tiene un poco de autoficción, porque yo mismo pasé por una situación similar. Ya dirigía cortometrajes que tenían más o menos éxito, subsistía en el mundo del cine y hacía pequeños trabajos hasta que conocí a la que hoy es mi esposa. Luego, se nos planteó una especie de sacrificio: ella era estudiante y uno de los dos debía responder económicamente por ambos. Decidí hacer un paréntesis y dedicarme a desempeñar pequeños trabajos, con la sensación de que abandonaba lo que realmente quería hacer”.
Tragicomedia romántica, relato de iniciación y agudo retrato social, el debut del director lionés capta las derivas de una generación de jóvenes que se mueven entre la supervivencia y una promesa de éxito y felicidad que nunca llega. Ben Salah-Cazanas aprovecha el temperamento, entre lánguido e inexpresivo, del actor Auriélien Gabrielli -ha declarado que escribió la película para él- para añadir elementos de comedia a lo que, en manos de otro realizador, se hubiera convertido en un drama social al uso. Esa mezcla de tonos responde, también, a la propia realidad del protagonista, un joven mestizo a mitad de camino de todas partes y de ninguna: alguien que es francés y tunecino, que procede de una clase humilde pero que ha recibido una buena educación gracias al trabajo de sus padres; alguien que se debate entre escribir la novela que la editorial espera y la que él, de verdad, quiere escribir.
Tal y como destacó el crítico Fabian Lemercier, en Cineuropa, la película sorprende por el tratamiento, nada afectado, que aplica sobre algunas cuestiones ampliamente tratadas por determinada corriente del cine francés independiente de la Nouvelle Vague hasta nuestros días: “el tema del paso a la vida adulta es un clásico mil veces revisitado, pero es precisamente en este terreno nada ostentoso donde Louda Ben Salah-Cazanas demuestra una profunda sensibilidad, agudeza y bondad, ya que consigue hacer reír y conmover con los esfuerzos y los deberes de su personaje, sin caer nunca en el exceso de drama ni desviarse de su reflejo social implacable”.