Un primer plano del rostro de Marina Abramović al revés, enrojecido por la sangre que le baja a la cabeza, mientras describe su «imagen de la felicidad»: está en casa, embarazada, cosiendo al lado de la chimenea, cuando llega su marido, un minero cubierto de polvo de carbón al que ella le prepara una camisa limpia y un vaso de leche. Una descripción que repite una y otra vez y que contrasta con su propia vida como artista que no se ajusta a los roles tradicionales de género.
Marina Abramović
LIMA