Las 10 (mediterráneas) del 2020

Nuestro director de programación, Eduardo Guillot, escoge, sin orden de preferencia, sus 10 películas (mediterráneas) del 2020.

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Favolacce, de Damiano y Fabio D’Innocenzo (Italia)

Fascinante reflexión sobre el arte de contar historias que proyecta una incisiva mirada sobre la clase media.

Kala Azar, de Janis Rafa (Grecia, Países Bajos)

Impresionante debut de la artista visual Janis Rafa, capaz de crear un mundo propio en cada plano.

Quo Vadis, Aida?, de Jasmila Zbanic (Bosnia-Herzegovina, Francia, Turquía, Alemania, Austria, Rumanía, Polonia, Noruega, Países Bajos)

La poderosa odisea de una madre coraje por salvar a su familia en medio de la masacre de Srebrenica mientras la ONU miraba hacia otro lado.

Exil, de Visar Morina (Kosovo, Bélgica, Alemania)

Como decía Sartre: El infierno son los otros. El protagonista de “Exil” lo sabe bien, o quizá solo cae en la paranoia al sentir amenazado su estatus social.

Paysages d’Automne, de Merzak Allouache (Argelia)

Un feroz retrato de la Argelia contemporánea en clave de thriller. La tenacidad de una periodista saca a la luz un sistema corrupto que llega a las altas esferas.

Las Niñas, de Pilar Palomero (España)

Deslumbrante ópera prima que viaja a los noventa para explorar el proceso interior mediante el que una niña encuentra su propia voz.

The Man Who Sold His Skin, de Kaouther Ben Hania (Túnez, Francia, Bélgica, Alemania, Suecia)

Una aguda crítica del mercado del arte que al mismo tiempo propone un inteligente discurso sobre la inmigración en el mundo actual.

Le Sel des Larmes, de Philippe Garrel (Francia, Suiza)

Una seductora historia de tribulaciones sentimentales en la que Garrel recupera las claves más reconocible de la nouvelle vague.

Nuestros mejores años, de Gabriele Muccino (Italia)

La historia de Italia en las últimas décadas a través de la amistad de tres hombres y una mujer. Un film que nos devuelve al mejor Muccino y le guiña el ojo al maestro Ettore Scola.

Camagroga, de Alfonso Amador (España)

Amador solo pretendía filmar a una familia de labradores, pero su película acaba dando testimonio de la desaparición de una forma de vida.

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